Consecuencias claras sin castigos

Muchos padres dicen: "Yo no quiero castigar, pero entonces, ¿qué hago?" Y empiezan las amenazas

que no se cumplen, los sermones largos o el enojo acumulado, hasta que un día explotan.

Pero el problema no es que no haya castigos. El problema es que no hay consecuencias

claras. Una consecuencia no humilla, no asusta, enseña.

Es lógica, es inmediata y está relacionada con lo que pasó. Cuando el niño cruza

un límite y ve que siempre pasa lo mismo, su cerebro aprende, no porque tenga

miedo, sino porque entiende. Ahí nace la responsabilidad. Educar sin castigos no es ser permisivo,

es ser coherente. Sígueme para aprender a educar con límites claros y respeto.