De silencio a sueños cumplidos

Nací en dos mil siete en San Nicolás y desde muy chica sabía que algo en mí era diferente.

No jugaba con otros niños, no miraba dibujitos, escuchaba ópera de Pavarotti y leía

en silencio. Todos me preguntaban por qué era tan rara, pero yo no tenía

respuesta. En la secundaria dejé de hablar hasta con mis padres, desarrollé una obsesión

con el tiempo, las cinco de la mañana con miedo a que cada segundo perdido me hiciera

menos inteligente. Mi cuerpo colapsó. Una simple caída en la playa desató mi peor pesadilla,

dolor constante, convulsiones, una silla de ruedas. Hasta que llegó el diagnóstico:

autismo infantil. Todo cambió. Empecé terapias, encontré mi pasión por los aviones