El sándwich que cambió mi carrera

Robé un sándwich del refrigerador de la oficina y terminé con un ascenso. Llevaba tres meses

en la empresa cuando vi ese sándwich perfecto en el refri comunitario. Pan artesanal,

jamón serrano, queso que olía a gloria. Mi estómago rugió como león hambriento.

Lo tomé sin pensar. Dos horas después, mi jefe me llamó a su oficina. Sudor frío.

Me descubrieron. Pero no. Me felicitó por mi iniciativa de probar el nuevo

menú que él mismo había preparado para impresionar al CEO. Resulta que estaba

testeando recetas para el evento anual. Primer giro: el CEO probó mi entusiasmo involuntario y quedó

fascinado con mi supuesta pasión culinaria. Segundo giro: me pusieron a cargo