La heredera inesperada

Cuando el padre murió, los hijos estaban seguros de que la herencia ya tenía

dueño. Todos menos una. Antes de repartir los negocios, el testamento dejó

algo inesperado. Cada hijo debía cumplir una prueba sencilla. Nada de dinero.

Nada de trampas. Uno debía mantener la empresa funcionando por un mes. Otro,

resolver un problema que llevaba años sin solución. Otro, demostrar que podía

liderar sin imponer miedo. Ninguno lo logró. Uno abandonó. Otro tomó malas

decisiones. Y los demás solo pensaron en el resultado, no en el proceso. Mientras tanto,

la hija menos interesada observaba. Nunca pidió nada. Nunca se metió. Pero sabía exactamente