My Little Puppy

Hoy jugué un juego donde todo empieza con un olor, el rastro de alguien que se fue después

que tú. No eres humano, eres un cachorro que despierta entre nubes y recuerdos.

Y la premisa es sencilla y devastadora: seguir ese olor hasta donde lleve, aunque el camino

te parta en pedazos. En la pantalla no hay discursos extensos o complicados, hay paseos,

encuentros pequeños y un mundo que te habla a través de la memoria. Cada colina cruzada,

cada ladrido que toca la nostalgia, viene cargado de una ternura que no intenta curarte

de golpe, sino acompañarte mientras te recompones. El juego no, no promete finales

perfectos, promete compañía, y la compañía debemos considerarla algo sagrado.