Un acto de bondad inesperada

Mateo era un niño pobre que caminaba por la calle con el estómago completamente vacío.

Sus pasos eran lentos, casi arrastrados, y sus ojos reflejaban ese cansancio que no pertenece a un

niño de once años. Mientras avanzaba, levantó la mirada al cielo y susurró: Dios solo un bocado,

te lo ruego. A unos metros vio a un hombre elegantemente vestido y a su hijo un niño de su misma

edad, disfrutando un enorme y jugoso sándwich de carne. Junto a ellos,

una bolsa llena de bocadillos parecía brillar ante los ojos hambrientos de Mateo.

Reuniendo valor, se acercó y dijo con una voz débil: Por favor señor ¿podría ayudarme?

No he comido nada. Don Fernando, el hombre, se volvió hacia su hijo con el corazón