El eco de Omar Estrada

Nació con un ritmo clavado en las venas, cinco cuerdas graves pidiendo su voz.

Pero el mundo giraba de espaldas al sueño mientras él le apostaba al error.

De bar en bar fue dejando su sombra, bandas que mueren al amanecer.

Promesas rotas colgadas del tiempo, orillas de humo que no vuelven a nacer.

Sus dedos rezaban tormenta sobre un Kent Smith que sabía gritar. Pero el eco

no compra destinos, solo aprende a esperar. Y sigue tocando en la noche

como si el mundo lo fuera a escuchar. Navegando entre dudas y aplausos de

nadie, pero fiel a su forma de amar. La fama es