Liberación en la playa nudista

La primera vez que fui a una playa nudista pensé que me iba a morir de vergüenza.

Literal, casi me regreso al carro. Pero algo pasó cuando finalmente me quité

el traje de baño. No fue sexy ni raro. Fue liberador. Por primera vez en años no estaba

pensando en cómo se veía mi cuerpo, en si mi panza estaba plana o si mis piernas se veían bien.

Solo estaba ahí, sintiendo el sol en mi piel, las olas en mis pies,

riendo con extraños que tampoco estaban juzgando a nadie. Esa paz que sentí, esa conexión real

conmigo misma, no la había sentido nunca. Ahora entiendo por qué la gente vuelve.

No se trata de desnudez. Se trata de soltar todo lo que te dijeron que debías ser.