Vigilia en la casa vacía

Aprendí temprano que hay cosas que no necesitan ser llamadas para estar. Yo sabía que estaba

ahí, no hacía falta comprobarlo. A veces me quedaba mirando un punto fijo de la oscuridad,

sostenía la mirada firme, como quien marca un límite sin palabras. Sé que estás ahí

pero no avances. Sentía que mientras yo lo mirara, algo se mantenía en su lugar.

Al otro día me levanté agotada, no por haber dormido mal sino por haber estado despierta

aún con los ojos cerrados. El día transcurrió normal, demasiado normal.

Los muchachos siempre me preguntaban si no me daba miedo quedarme sola en esa casa vacía.

Yo decía que no. Cuando el sol empezó a bajar sentí ese cansancio antiguo, de esos que no vienen