Descubriendo la intimidad juntos

Compré este juguete pensando que sería solo para mí, pero cuando lo saqué frente a mi novio,

su reacción me dejó helada. En lugar de ponerse incómodo o hacer chistes tontos,

me miró con curiosidad genuina y me preguntó si podíamos usarlo juntos. Nunca imaginé que

algo tan simple rompería esa barrera invisible entre nosotros. Esa tarde descubrimos

que la intimidad no tiene reglas escritas, solo necesita honestidad. Ahora ese juguete

amarillo vive en nuestra mesita de noche, y cada vez que lo veo recuerdo el

día en que dejamos de asumir y empezamos a comunicarnos de verdad. La vulnerabilidad

nos acercó más que cualquier otra cosa.